viernes, 18 de noviembre de 2011

0’79€. Segunda Parte


Publicado originalmente el jueves 17 de octubre en la versión impresa del Diario Jaén.
La industria del software es la más flexible del mundo. Windows 7 en su versión más básica cuesta 119 euros, pero Mac OS X Lion cuesta 23’99 euros y Linux es gratuito (la competencia en este mundo es la más feroz de todas). Existen muchas tiendas de aplicaciones (véanse las Apple, las de Google, etc.), allí podemos encontrar software de todo tipo y a precios más que razonables. Podemos descargar un juego por 0’79 euros e incluso de forma gratuita (la mayoría de estos últimos incorporan publicidad para poder asumir los costes de su desarrollo). He usado la palabra razonable porque aunque un software pueda venderse por menos que cualquier cosa de un mercadillo, puede replicarse sin coste infinitas veces y además su distribución suele implicar gastos mucho menores. La industria del software no quiso imponer un canon como el de la SGAE para así hacer pagar a justos por pecadores, pensó que debía encontrar el precio real de algo nuevo como es el código de programación que conforma un programa y para ello adopta multitud de formatos (a veces varias empresas se unen para ofrecer paquetes con multitud de productos a un precio muy reducido, incluso llegan a dejar a los compradores que sean ellos mismos quienes decidan su precio).
Lo penoso del tema es que muy pocos se acuerdan de quienes cierran o no despegan porque alguien que compró un teléfono de más de cien euros euros cree que los 0’79 euros que cuesta una aplicación son una locura que no puede permitirse. ¿Dónde queda la satisfacción de poder pagar a alguien por tan poco? Por favor, estoy hablando de que el modelo de negocio de las principales tiendas de aplicaciones para smartphones, tablets e incluso ordenadores se sustenta con que cada cual pague de vez en cuando menos de lo que cuesta el pan.
Es responsabilidad de cada uno elegir el software que más se adecua a sus necesidades y que le ofrece aquel precio que considera más adecuado (no hay que olvidar que un software hecho a medida deberá ser pagado en su totalidad por un único comprador). Por otro lado, no merece la pena dedicar varias horas a descargar un software para luego emplear otras tantas en practicar tediosos sistemas de instalación que nos eviten pagar un duro (entre lo que cuestan esas horas de nuestro tiempo y el precio de la conexión a Internet junto con la factura de la compañía eléctrica, terminamos pagando más de lo que cuesta la opción legal) Si no se está de acuerdo con el precio de algo no hay más que dejar de comprarlo, los responsables de estos productos tomarán nota y buscarán alternativas quizás más justas. Robando el software dejamos de crear empleo y de sostener una industria. Por lo menos a mi, me da vergüenza no pagar por un buen trabajo el precio que merece.

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